Esterilidad y menopausia desde los 30 años
- Migdalia Maysonet Ruiz
- Jul 12, 2018
- 4 min read
Updated: Oct 19, 2020
Recuerdo que fui señorita a los 10 años de edad, no hubo nada raro con eso porque siempre fui una niña muy desarrollada y en mi familia era normal que las jovencitas recibieran su período menstrual a esa edad. Sin embargo, noté, que según pasaban los años, también los períodos se iban tornando más dolorosos, pero como también en mi familia eso era normal...

Cuando tenía 15 años, me despertó una madrugada un fuerte dolor en el lado izquierdo del vientre. Mi mamá tuvo que llevarme a sala de emergencias. Me hospitalizaron, al día siguiente vino un ginecólogo a decirme que tenía una torción ovárica, por lo que tenía que ser operada de emergencia para remover el ovario izquierdo.
Admito que en ese momento no entendía mucho lo que estaba sucediendo, así como tampoco las consecuencias. Recuerdo que cuando fui a entrar a sala, estaba muy tranquila, nunca antes había sido intervenida quirúrgicamente y por lo tanto, no tenía ni idea de lo que iba a suceder, pero también sentí tan cerca la Presencia de mi Señor cuando una de las enfermeras de sala de operaciones me tocó la cabeza y me dijo: todo va a estar bien, Dios te Bendiga.
Pasaron como unos dos años, quizás un poco más, cuando volví a sentir una molestia. Fui a mi ginecólogo, el mismo que me operó la primera vez, me ordenó un sonograma pélvico. La sonografía arrojó que ahora tenía quistes en el único ovario que me quedaba. Tenía unos quistes que seguían creciendo en vez de romperse para que el cuerpo los absorbiera, así que había que operar por segunda ocasión. Y así sucedió una tercera y una cuarta ocasión. Cuando me dijeron que tenía que operarme por tercera ocasión, comenzó la preocupación por mi situación y mi futuro.
En esta ocasión, los quistes eran hemorrágicos y, según me explicó un nuevo ginecólogo, los quistes hemorrágicos se van comiendo el ovario. Uno de los quistes creció 4 cm en una semana. De inmediato me refirió para cirugía. Era diciembre de 2007. ¿Qué les puedo decir? Desde esa última cirugía, jamás volví a ser la misma. Mis ciclos menstruales desaparecieron, con tan solo 29 años comencé con todos los síntomas de la menopausia. Incluyendo los sofocones, falta de energía y mis emociones totalmente afectadas. La menopausia, me causó un malestar generalizado, una sensación de vértigo constante, no podía levantarme por las mañanas porque no tenía fuerzas. Me sentía cansada todo el tiempo y sin ánimos de nada.
Por otro lado, enfrentaba que uno de los anhelos más grandes de mi corazón se había esfumado: Ser madre. Todo el que me conoce sabe lo importante que es la familia para mí. De hecho, la considero como una bendición y don de Dios. Quería tener gemelos. Pero, aunque siempre consideré la adopción como opción, aunque hubiera podido tener hijos propios, la realidad es que anhelaba parir.
Recuerdo muy bien, que cuando me dieron la noticia de que iban a tener que operarme por cuarta ocasión, mi papá era quien me estaba acompañando y al verme llorar porque no iba a poder tener mis hijos, me dijo: Migdalia, no pierdas la Fe, recuerda lo que le pasó a Sara. Se refería a la esposa de Abraham.
Creía que no tenía salida de esta tormenta que se batía dentro de mi cuerpo. Hasta que mi amiga Jackeline me recomendó su ginecóloga. Me animé, saqué una cita, le expliqué mi situación, la doctora se echó a reir cuando le dije que estaba menopáusica y me ordenó unos análisis. Cuando regresé con los resultados, me dijo: “tienes razón, estás post menopáusica, estás hormonalmente como una mujer de 52 años”. Imagínense, una mujer de 30 años con niveles hormonales de 52. La doctora me prescribió una terapia de reemplazo hormonal, que ha sido una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, aunque no destrona lo que significó el nacimiento de mis sobrinos.
A veces me pongo a pensar (olvidando que mi Señor es el Soberano de mi Vida y que Él sabe mejor que yo lo que necesito) ningún hombre que no tenga hijos va a querer casarse con una mujer como yo; o que lo ideal sería que ya tuviera sus propios hijos para que no desee tener hijos conmigo. Con toda sinceridad, admito que al reflexionar sobre todo lo que significó para mí este proceso de descubrir, enfrentar y vivir con infertilidad, sentí dolor y reconocí que habían heridas que aún no habían cicatrizado. Así que me encuentro en este momento abriéndole mi corazón a mi Señor y presentándole todas esas heridas que han aflorado para que Él las pueda sanar.
Tengo que admitir que han sido años en los que he experimentado profunda tristeza, desánimo, algunas veces todo me da igual. Reconozco que no fui lo suficientemente responsable con mi situación de salud, porque era un suplicio ir al ginecólogo. Ahora siento que puedo volver a soñar , a vivir, ha regresado la confianza y la ESPERANZA!!!
En esta etapa de mi vida, ya no siento el anhelo de tener hijos, quizás me reconcilié con mi realidad, quizás sea parte de lo que tengo que trabajar con el Señor, pero de lo que no me cabe ninguna duda es de que mi Vida está en sus manos.
A veces viene a mi corazón y susurro el himno que dice: “En ti confía mi corazón, en ti reposa mi alma…”
Con amor,
Migdalia Maysonet Ruiz
Migdalia Maysonet Ruiz es abogada y colabora en Be Free PR en el área de asesoría legal a las personas que desean adoptar. También contribuye en nuestras redes en la redacción y edición de contenido.
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