La comparación nos desenfoca
- Rebeca Martínez Fernández
- Nov 15, 2018
- 4 min read
Updated: Oct 19, 2020

John Locke, un filósofo inglés, presentaba a los niños como una pizarra en blanco. Postulaba que todo conocimiento proviene de la experiencia o la percepción. Cuando nacemos no tenemos prejuicios, preocupaciones, riñas, ni prisa. Simplemente vivimos el momento y las necesidades básicas son lo que nos mueve a llorar, buscar o pedir. Durante el crecimiento, probamos con distintos comportamientos para obtener los resultados deseados, así aprendemos cómo funciona el mundo. En la niñez regulamos el comportamiento según las instrucciones, la aprobación o desaprobación de los padres y familiares cercanos. Una vez comenzamos a estudiar y a relacionarnos con otros nos percatamos de los requisitos para estar en la "norma". A través de la socialización, las expereiencias, la cultura y los comentarios comprendemos lo que es esperado o aceptado para pertenecer. Es desde estos momentos que aprendemos a compararnos. Nuestro exito o fracaso lo determina si perdemos o ganamos y cuánto sobresalimos en las notas, el atletismo o los clubes. En ocasiones, al llegar a la universidad no estamos seguros de qué deseamos estudiar o a cual entidad es la mejor en el área que nos interesa. Solo queremos una universidad en particular, una carrera específica porque tiene prestigio o nos dará una vida acomodada.
Recuerdo cuando llegó el momento de estudiar en la universidad, la primera que escogí fue solo porque era la más prestigiosa de Puerto Rico y solo la gente inteligente entraba ahí (según comentaba la gente). No tenía idea de nada más, no investigué nada más, solo sabía que entrar ahí demostraba mi "capacidad". ¿Qué deseaba mi corazón en ese momento? Estudiar diseño de interiores, en una universidad pequeña, en San Juan. Resulta que nunca lo estudié. Es por esto que muchos llegan a la adultez y en algún momento despiertan y se encuentran en un trabajo que no les gusta, con una carrera que no les apasiona: incompletos e insatisfechos. ¿Qué pensaría si le dijera que no es la voluntad de Dios que vivamos de esta forma? Dios le ha creado para vivir una vida plena, con obras que El había creado para usted desde antes de la fundación del mundo (Ef. 2:10). Esto significa que la parte logística ha sido organizada, solo resta que caminemos en estas obras. Muchas de esas obras nunca las descubrimos, otras no las realizamos porque estamos desviados intentando transitar el camino de otros. Esto sucede en todas las áreas, desde las relaciones hasta las actividades cotidianas. Es imprtante comprender que la vida en pareja es diferente para todos, la maternidad luce diferente para todos, el emprendimiento no es igual en todos los casos. No hay un libro instrucciones universal, solo la dirección de Dios es nuestra guía certera, quien nos creó y nos conoce mejor que nosostros mismos.
Así nos embarcamos en una carrera interminable de buscar y cumplir con los requisitos implícitos en lugar de hacer un alto y decir: "Dios", ¿cuál es tu plan para mí? Si hiciéramos esto en cada paso, en cada decisión que tomamos tendríamos resultados diferentes, sentiriamos satisfaccion por lo que realizamos día a día. Es sorprendente cómo teniendo libre albedrío decidimos vivir atados a las comparaciones que nos dirigen en la misma dirección de las masas. Debemos tener a Dios como nuestro estándar a seguir, quien siempre busca darnos el fin que esperamos (Jer. 29:11). El éxito terrenal se traduce en dinero, la familia "perfecta" y posesiones, el celestial se traduce en que estemos alienados a Su voluntad (Jos 1:7). Esto es lo que trae verdadero gozo al corazón y prosperidad a nuestro camino porque no tiene límite de tiempo, de fondos, de conocimiento.
Debemos reconocer y vivir con la convicción de que somos la huella digital de Dios en esta tierra y como tal, todos somos diferentes y tenemos funciones diversas (1 Cor. 12:5-7). En la medida en que todos ocupemos el lugar establecido, para cada uno, desde la eternidad, el amor y la gracia de Dios serán esparcidos a todo lugar que vayamos (Mr 16:15). Hemos sido creados para ser exitosos, esto es una promesa divina. El único requisito es seguir el plan trasado por Dios que lo conoce todo ¿Ha pensado que quizás Dios quiere hacer a través de usted algo que jamás ha sido hecho, darle algo que otros no tienen? En Génesis 30 encontramos la historia de Raquel. Ella, al compararse con su hermana Lea, sentía celos porque ésta podía tener hijos y ella no. Sentía que debía competir para cumplir con el requisito de darle hijos a su esposo. Raquel, envuelta en su afán, cometió muchos errores por tratar de superar a su hermana.
La comparación es mala consejera
Nubla la capacidad de disfrutar lo que tenemos porque siempre mira lo que tienen otros para añorar algo más. Esto impide que agradezcamos lo recibido.
No nos permite enfocarnos en nuestro camino porque necesita la referencia de lo que otros están haciendo y les funciona.
Es el terreno perfecto para la desdicha y la depresión. Siempre habrá personas que tendrán un mejor trabajo, una casa más grande, un carro más lujoso.
Ignora la voz del Espíritu Santo y la dirección de Dios. Le dice a Dios: "considero que el consejo de otros es más sabio que el tuyo". También demuestra que no estamos de acuerdo con Su forma de hacer las cosas y Su tiempo.
Nos desvía del plan que Dios ha trazado para nosotros.
Roba la esencia de Dios en nosotros. Dios es soberano, creativo, activo e independiente y sabio. Cuando aceptamos el consejo de la comparación, minamos todas estas caracteristicas que Dios depositó en nosotros.
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